Esta es la historia de cómo un acto sanferminero popular se
convirtió en el cortijo de unos pocos.
Para quien no sea de Pamplona/Iruña, y no sepa de qué se trata, le contaré que es - como su propio nombre indica - un encierrillo donde se trasladan de noche, desde los corrales de "El Gas" a los corrales de Santo Domingo, los toros que van a correr el encierro de la mañana siguiente. Es un acto que requiere total silencio por parte del público para no llamar la atención de los toros, y donde únicamente corren detrás de la manada los pastores del encierro.
Hace unos cuantos años, el
encierrillo era uno de los actos más abiertos que tenían las Fiestas.
Simplemente, la gente llegaba y se posicionaba donde había sitio
habilitado para ello, por estricto orden de llegada, tanto en la parte
más alta de la cuesta de Santo Domingo, junto al corral, en la zona de
la muralla más cercana al puente de Curtidores y a ambos lados de los
corrales del Gas.
Desde que entró Simón Santamaría y más en años en
que Pachi Fernández ELIZALDE fue Director de Area, el encierrillo se ha
convertido en un acto en el que el ciudadano de a pie ha quedado
relegado al último lugar, donde el poder de Simón Santamaría, Ignacio Polo y Pachi Fernández ELIZALDE se
materializa como si estuviéramos en un estado feudal. El lugar desde
donde mejor se ve el acto, la parte de arriba de Santo
Domingo, está reservado únicamente para los amigos, familiares y/o
compromisos de estos señores. Ésto se agrava por el hecho de que
hay unos horarios establecidos a los que se cierra el tráfico tanto de
vehículos como de peatones, por lo que a partir de esa hora nadie puede
bajar ni subir. La gente acude con los pases que el Ayuntamiento reparte
unos días antes de las fiestas, que estos últimos años son únicamente
para la zona de los corralillos del Gas. No suele haber mayor problema
porque la mayoría de la ciudadanía pamplonesa desconoce que ciertos
cargos puestos a dedo, les han usurpado por capricho su
derecho a ver el encierrillo en la Cuesta de Santo Domingo, tal y como era antes. La cosa
suele marchar bastante bien hasta que llega el amiguito de turno, a
cinco minutos escasos de que empiece el encierrillo, cuando la gente
lleva más de una hora situada en el poco sitio que esta gentucilla les
deja, se pone delante del guardia municipal y le dice que le tiene que
dejar pasar por el morro al mejor sitio del circuito porque es "amigo de
Simón Santamaría, de Ignacio Polo o de Pachi Fernández ELIZALDE". Alguna vez ha resultado que el policía
municipal que está en el puesto, harto ya de tanto mamoneo, ha llegado a
decir que no, que ya no pasa nadie, sea quien sea, tras lo
cual el amiguito vip y ptv ("de Pamplona de Toda la Vida"), en 0,2 segundos
realiza una llamada sintiéndose ofendidísimo por ese "munipilla
zarrapastroso", mirándole a los ojos con expresión de "te vas a enterar
de lo que vale un peine, que soy amigo de tu jefe". En otros 0,2
segundos, a través de la emisora, llega la llamada esperada ordenando al
policía que deje pasar a tan ilustre personaje. El ilustre personaje
pasa, claro está, mirando esta vez al policía con cara de "ya te lo
dije", pero nadie sabe la que le queda a ese policía cuando el vip y ptv pasa
por delante de todos y se planta en el mejor sitio.
La gente apelotonada en las vallas le grita, le lanza vasos, le insulta... porque la culpa siempre es del guardia, faltaría más... aunque el guardia esté tan ofendido como ellos mismos, tan asqueado de aguantar tanta parafernalia estúpida y tanto vip y ptv de los cojones que le miran por encima del hombro y ponen en entredicho su trabajo. Por otra parte, junto a los corrales del gas se apelotonan los asiduos a este acto, acordándose quizás algunos de ellos de cuando hace unos años no hacía falta pases y no había tanto problema para ocupar un sitio para ver el encierrillo.
La gente apelotonada en las vallas le grita, le lanza vasos, le insulta... porque la culpa siempre es del guardia, faltaría más... aunque el guardia esté tan ofendido como ellos mismos, tan asqueado de aguantar tanta parafernalia estúpida y tanto vip y ptv de los cojones que le miran por encima del hombro y ponen en entredicho su trabajo. Por otra parte, junto a los corrales del gas se apelotonan los asiduos a este acto, acordándose quizás algunos de ellos de cuando hace unos años no hacía falta pases y no había tanto problema para ocupar un sitio para ver el encierrillo.
Lo dicho, esta es la historia de lo que era el
encierrillo y de lo que es en la actualidad. Los privilegios de los
próximos al Jefe de Policía, al Concejal y al ex-director de Seguridad
Ciudadana han conseguido que volvamos a la época de los siervos de la
gleba, poco más o menos. Vergonzoso. A este paso, ¿recuperarán también el derecho
de pernada?